- Que el zapato/zapatilla/sandalia te lastime el pie, ampolla incluida si se quiere, cuando todavía falta mucho (cuadras que caminar, escaleras que subir, canciones que bailar) para el famoso descalce de liberación.
- Tener un antojo, algún capricho del momento como, por ejemplo, comprar algo o visitar a alguien. Decidirse después de una -no tan- pequeña batalla mental a cumplirlo para finalmente encontrarse con que no había más, con que la plata no alcanzó o con una puerta que no demuestra ánimos de ser abierta después de tocar varios timbres.
- Ver cómo eso que tanto te gustaba (y que, para empeorarla, podrías haber atajado de haber sido más rápido de reflejos) se rompe en pedacitos cuando llega al piso.
- Discutir con alguien, ya sea extraño o conocido.
- Salir de casa, con el tiempo corriendote, como siempre. Llegar y caer en la cuenta de que te podías haber olvidado cualquier cosa, cualquiera, menos eso, lo esencial. A eso y solo a eso sí te lo olvidaste, ahí, muy orondo, y encima le pasaste por adelante antes de salir... más de una vez.
(5 y no 6, porque el vaso es mejor medio lleno).
3 comentarios:
Noooo Mili!! no hay q pensar en estas cosas!! ya q son feas, no las recuerdes, jeje..
Beeeesooo!! te adorooo fea!
Y no, asi como están las buenas cosas están las feas, (casi) inevitablemente!
Noo, terriblemente cierto !
Para lo del inciso uno, ahora, siempre llevo un par de curitas en el estuche de los anteojos :P ajajaj
te juro u.u
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