Los días. Y las noches. Las idas y las vueltas, con sus toques de amargura y chispas de felicidad. Y en el fondo siempre esa necesidad de... romper. De construir. Romper y construir como actores sin papeles protagónico y antagónico fijos, sí intercambiables. Mutables y mudables.
Esperaba y trabajaba para que el sueño la alcance, la abrace y la lleve, la haga girar hasta marearse y entonces haya que bajar... O seguir dando giros en sentido contrario.
El frío de los mosaicos al contactarse con sus pies, el sabor amargo del café, el calor del agua sobre la piel, el eco de los pasos en las cuadras vacías, el olor de la mañana, los colores filtrándose entre los árboles.
Un nuevo eslabón. Una nueva parte que se apila sobre las viejas y que trae consigo, una vez más, las horas, los huecos, la música. El silencio, las lunas, el viento, las caras, las alas y, tal vez, el sueño. Emilia
11.06.2009
¿Alguna vez has oído un chiste tantas veces que ya no sabes por qué tiene gracia? Y un día lo oyes otra vez y de repente es nuevo.Entonces recuerdas por qué te gustó tanto la primera vez.
- Que el zapato/zapatilla/sandalia te lastime el pie, ampolla incluida si se quiere, cuando todavía falta mucho (cuadras que caminar, escaleras que subir, canciones que bailar) para el famoso descalce de liberación.
- Tener un antojo, algún capricho del momento como, por ejemplo, comprar algo o visitar a alguien. Decidirse después de una -no tan- pequeña batalla mental a cumplirlo para finalmente encontrarse con que no había más, con que la plata no alcanzó o con una puerta que no demuestra ánimos de ser abierta después de tocar varios timbres.
- Ver cómo eso que tanto te gustaba (y que, para empeorarla, podrías haber atajado de haber sido más rápido de reflejos) se rompe en pedacitos cuando llega al piso.
- Discutir con alguien, ya sea extraño o conocido.
- Salir de casa, con el tiempo corriendote, como siempre. Llegar y caer en la cuenta de que te podías haber olvidado cualquier cosa, cualquiera, menos eso, lo esencial. A eso y solo a eso sí te lo olvidaste, ahí, muy orondo, y encima le pasaste por adelante antes de salir... más de una vez.